Por Laura Gómez González (2º Bachillerato)
La bioespeleología es la rama de la biología que
estudia la vida en los ambiente hipogeos (bajo tierra), lugares con escasez o
ausencia total de luz y con humedad constante.
La división de la fauna
cavernícola se puede realizar en tres grandes grupos: trogloxenos, troglófilos
y troglobios.
Los trogloxenos
son los huéspedes ocasionales de las cavidades. Habitualmente se les encuentra
en la superficie, y generalmente no se reproducen dentro de las cavidades. Los
trogloxenos irregulares son los que han caído en una sima, o han sido
arrastrados al interior de una cueva por una crecida de aguas, o han sido
llevados accidentalmente por el hombre o por algún otro medio. Son, por
ejemplo, ranas o serpientes. Por el contrario, los trogloxenos regulares, se
encuentran habitualmente en las cuevas, por lo menos en ciertos periodos
determinados del año o del día. Aquí se encontrarían los murciélagos o
mariposas.
Los troglófilos
viven más o menos regularmente en las cavidades, pueden reproducirse en su
interior, pero no habitan exclusivamente dentro de ellas. Los araneidos,
miriápodos, crustáceos, muluscos, etc., son troglófilos. También hay otros que
viven asociados al guano de los murciélagos como los nematodos o ácaros.
Los troglobios
son animales estrictamente cavernícolas, no salen de la cavidad y se reproducen
en ella. Son aquellos que presentan las modificaciones morfológicas y
fisiológicas más acusadas. Son ciegos y despigmentados y a menudo presentan un
considerable alargamiento de los apéndices, sobre todo los táctiles: antenas,
palpos, pelos, cercos y patas, en el caso de los insectos a menudo no presentan
alas. Dos ejemplos de troglobios son proteus o niphargus.
Respecto a la flora,
no se puede hablar de una flora específica cavernícola ya que el principal
factor limitante de las plantas es la luz, inexistente en las cuevas. Por ello,
encontraremos la mayor parte de la vegetación en la boca de la cueva
(correspondiente a la zona en la que nos encontremos) y en el interior podremos
encontrar algún hongo (micena metata),
ya que al no poseer clorofila no dependen de la luz.
Boca o entrada de la cueva
Algas verdes sobre una pintura rupestre
La fauna de las cuevas está muy adaptada a este
ambiente que apenas cambia a no ser que el ser humano lo modifique. Con la
vegetación ocurre lo mismo. La iluminación artificial que poseen las cuevas
turísticas permite la proliferación de algas verdes que dañan las pinturas
rupestres. Esto fue lo que pasó en cuevas como Altamira y una de las causas de
su cierre. Por ello, mientras el ser humano no adapte las cuevas a sus
necesidades, estas especies nada tienen
que temer.